martes, 8 de noviembre de 2016

Innovación en Educación: hablamos de clases de robótica, cuando los chicos todavía escriben con lapicera y tinta

Aula en 1907:


Aula en 2015:
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      Hay más de 100 años entre estas dos fotos. ¿Observan alguna semejanza?

     Hay algo que me preocupa en el ámbito de la innovación en educación. Y es el tema de las “modas”. Sale una tendencia nueva, los distintos actores del entorno la tildan de “innovadora”, y todos corren a tratar de adoptarla. “Lo están haciendo en Suecia y Finlandia”, “lo vi en las Escuelas del Siglo XXI”, “lo dijeron en la conferencia de xxx Universidad hiper- ultra- mega innovadora”. De repente, los que no adoptan esas tendencias comienzan a sentirse “menos”. Nadie chequea si esas tendencias tienen evidencia de impacto, si hay números que muestran si funciona o no, o algún tipo de relación con conceptos fundamentales del aprendizaje que indiquen a una probable mejora de la situación de nuestras aulas.

     Pero vas a un aula, y la situación sigue completamente igual: los chicos están aburridos, sentados en sus mismos bancos de siempre. Se llevan a Diciembre las mismas materias de siempre. Los cuadernos, carpetas y actividades lucen igual que hace 50 años. El mismo pizarrón, los mismos carteles, las mismas notas del 1 al 10.

     Enseñar róbotica, programación, tendencias "maker" (y todas las demás que se les pueda ocurrir) están buenísimas: ¿pero qué pasa con las prácticas más antiguas? Para marcar el detalle más sobresaliente de lo vieja que es nuestra educación: los chicos todavía escriben con lapicera en primaria. Usan los cartuchos de tinta, el papel secante. El famoso borratintas. Con lo difícil que es para cientos de chicos conseguir una letra legible. Se manchan, se distraen recargando los cartuchos de tinta. Todavía les pedimos cursiva y caligrafía: chicos entre 6 y 9 años pasan horas y horas de su tiempo copiando y copiando letras para conseguir la famosa “prolijidad” pedida por la maestra. Les seguimos pidiendo que subrayen con regla: y después los mandamos a completar la carpeta en sus casas sólo por tener títulos no resaltados. No se si sabían, pero el escribir con lapicera puede incluso dificultar el aprendizaje de la escritura misma.

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     Mis disculpas a los docentes y directivos. Pero es como sí el Neurodesarrollo y la educación se hubieran peleado hace mucho tiempo, y no existiera forma de que se vuelvan a hacer amigas. Cuando los niños a los 4 años deberían estar jugando y explorando espacialmente para desarrollar todas sus habilidades cognitivas, socio emocionales y de desarrollo, les estamos pidiendo que copien letras del pizarrón con un lápiz en mano. Sin darle importancia al desarrollo de los músculos intrínsecos de sus manos: que luego les permitirá realizar actividades de motricidad fina. 
Es muy tentador querer incorporar todas las nuevas tendencias educativas que parecen de lo más innovadoras: ¿pero por qué no nos replanteamos cuáles son las prácticas más básicas que debemos cambiar primero? 
    
    Para innovar, es imprescindible comenzar con lo pequeño. Las ciencias de creatividad, los procesos de innovación (metodologías ágiles) y abordajes de cambio cultural organizacional proponen que para innovar y lograr instalar una práctica nueva, se necesitan tres cosas:

1) QUE EXISTA UNA PROBLEMÁTICA: el proceso de innovación busca solucionar un problema existente, de personas existentes. No siempre la solución será tecnologica, ni la que se logró en Finlandia. Si no comenzamos por observar y analizar la problemática que tenemos presente, nos concentraremos sólo en aquello que “parece innovador”, y nos olvidaremos de solucionar los problemas más evidentes.

2) EMPEZAR POR LO PEQUEÑO Y DE FACIL IMPLEMENTACION PARA ROMPER LA RESTISTENCIA AL CAMBIO: en el ámbito organizacional, se dice que se necesitan “quick wins”, o pequeños logros. Hace falta comenzar por lo pequeño y en un tamaño chico, para luego escalar dicha solución. Para acostumbrar a los docentes y padres involucrados a practicar cambios, es importante ayudarlos e incentivarlos a probar pequeñas modificaciones de bajo costo. Cambiar la lapicera, modificar una evaluación, eliminar las sillas y mesas por un día, cambiar los tiempos de recreo para ver cuál es el más efectivo… Se debe comenzar por lo pequeño, antes de intentar grandes cambios sistemáticos.

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   Para innovar, necesitamos objetivos cortos, concretos y realizables. Necesitamos empezar por lo más pequeño, eliminar lo que no acompaña el neurodesarrollo de los chicos. Se necesita un plan estratégico por etapas, que busque de a poco avanzar de escalón en escalón hacia la gran revolución educativa.

      Necesitamos encontrar todas las "lapiceras con tinta" que siguen existiendo en todas las aulas. Y plantearnos una agenda de innovación que se ajuste al contexto local de los miles de chicos, docentes y padres que formar parte del sistema educativo de nuestro país.

*Gracias Carolina Gaona por la comparación de imágenes

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